miércoles, 31 de julio de 2019

A las escondidas

Actividad: Leer el cuento y responder en los comentarios, de manera personal, la pregunta propuesta. 

A las escondidas 
Adriana Borja 

Facundo no había nacido aun cuando el temor de Padre se convirtió en una pregunta tan insoportable, que ni Madre pudo explicar después de que tras su nacimiento, decidieran llamarlo Facundo, y mudarse a otra ciudad. Por cada año, dos ciudades distintas, ropa revuelta, cartones y fundas, buses y terminales, pueblos que con sus habitantes desaparecían por la ventana, dando lugar a otros pueblos, con otros habitantes, con otros acentos, otros lugares. 

Antes de aprender a caminar, Facundo jugaba a ser guerrillero, tomando una zapatilla de Padre como escopeta, y llenando el silencio de Madre con sus gruñidos que, imitando el sonido de las balas, le disparaban a quemarropa, arrancándole lágrimas crudas de los ojos, mientras Padre, a escondidas, intentaba trabajar. 

Facundo y Madre, Madre y Facundo, el universo del juego limitado a la interacción doméstica por el miedo a salir, a hablar con los vecinos, porque el vecino de al lado podría ser amigo del amigo del Comandante del que hay que huir. Madre, disfrazando de circo la casa escondite, le enseñó a Facundo a jugarse de payaso, dibujándole lágrimas con delineador de ojos en las mejillas y pintando de rojo las narices de ambos, para representar una comedia que no hacía reír. 

Facundo aprendió de mudanzas antes que las vocales, jugar a las escondidas era cuestión de vida o muerte para Padre, quien debía huir del grupo armado que intentaba reclutarlo. Antes de aprender a hablar, Facundo aprendió el idioma de su planeta, fuera de las fronteras de acentos y territorios, asimiló los sollozos de Madre, la angustia de Padre, pero también observó el arte de asegurar bien las puertas y la pericia para dormir con un ojo abierto, y aprendió especialmente la valentía del oficio de la huida, la cual debía efectuarse a la brevedad y en silencio, la destreza de empezar desde cero después de arribar a cada nuevo lugar -- hogar, siempre temporal. 

Seis pueblos en Colombia y la amenaza constante forzaron la decisión de ubicarse del otro lado de la frontera, con la esperanza de hallar finalmente un escondite efectivo, un lugar donde poder jugar a ser semilla que se siembra y crece sin la urgencia de arrancarse para volverse a plantar en otro sitio. Varios retos surgieron en principio, encontrar un lugar para rentar, un trabajo para sostenerse, una atención en el centro de salud, un cupo en la escuela, no resultaron tareas simples para los extranjeros que, ante la mirada desconfiada del otro, intentaron continuar. 

Y continuaron, a pesar de todo, Madre, Padre, Facundo, el silencio; ya que mientras Padre y Madre enfrentaban con dificultades la discriminación por su acento, nacionalidad y condición de solicitantes de asilo, Facundo decidió, por varios meses, no hablar. Facundo ejerció también la libertad de decidir en qué momento enunciar algo de sí mismo en este nuevo lugar en qué, de pronto, sus padres habían dejado de jugar a las escondidas. 

A pesar de las resistencias, Facundo empieza a entrar en el mundo de las palabras, cambia de a poco los balbuceos por sílabas, juega con las letras, arma frases, enuncia por ejemplo y con el acento que le heredaron sus padres, una de sus varias verdades: que su escuela está llena de ecuatorianos; sin embargo, Facundo no pide visas para compartir el pupitre ni para iniciar un partido de fútbol en la cancha de la escuela. 

En el planeta de Facundo, somos todos extranjeros. En el planeta de Facundo, ser extranjero no está mal. Facundo aprende de las palabras ajenas y las propias, su universo de lenguaje no está cubierto por las tinieblas de las fronteras. Y a diferencia de la mayoría de sus compañeros de clase, Facundo no le tiene miedo a la oscuridad; rara vez vio la luz cuando era chico, en las casas escondite de su primera infancia, las cortinas siempre estuvieron cerradas. 


PREGUNTA: 
Desde su perspectiva como maestra de infancia, ¿de qué manera se debe enseñar a un infante que presenta dificultades de rendimiento académico y comportamental relacionadas con experiencias violentas en el conflicto armado? 




martes, 30 de julio de 2019

CRONOGRAMA DE ACTIVIDADES

Esta es la propuesta de fechas para las actividades a realizar. 

1 Agosto: Introducción al blog de Taller de Literatura  

1 - 4 Agosto: A las escondidas

8 Agosto: La edad de los países

15 Agosto: Los rostros de Latinoamérica

22 Agosto: Bogotá en 100 palabras

Hasta pronto. 


¿Y LA LEY MIGRATORIA EN COLOMBIA? ANÁLISIS

¿Y LA LEY MIGRATORIA EN COLOMBIA? ANÁLISIS
La migración venezolana, más allá del cerco diplomático
El Mundo
23 Jul 2019 - 9:00 PM

Ronal F. Rodríguez*

El presidente Iván Duque hizo un balance de su primer año de gestión y anunció los temas que ocuparán la agenda del Gobierno en el Congreso.

A pesar de que la migración es un asunto de interés nacional, no hizo mención al tema.

Ya son 1’408.000 inmigrantes venezolanos, un número de alrededor de 400.000 colombianos retornados, casi 400.000 personas en tránsito al sur del continente en lo que va del 2019 y una migración pendular diaria de aproximadamente 45.000 ciudadanos del lado venezolano que dependen del paso en la zona de frontera, según los últimos datos oficiales.

En una entrevista previa, cuando le preguntaron al presidente Iván Duque por las cifras del desempleo no tardó en utilizar el argumento de su ministro de Hacienda y aludió a la presión del tema migratorio en la economía colombiana. Argumento que hasta el momento ni el presidente ni el ministro han respaldado con datos y que, en cambio, alimenta una percepción negativa de la migración. Suele ser una herramienta discursiva de los gobiernos en el mundo transferir la responsabilidad de los problemas a la migración, lo cual sorprendió de un gobierno que ha tenido
solidaridad con los migrantes.

“Los colombianos saben que el presidente Duque ha tomado la decisión de hacerle frente a la migración con sentido humanitario, con sentido de solidaridad”, repite el canciller, Carlos Holmes Trujillo en foros internacionales. No se pueden negar las presiones sociales que llegan con el fenómeno migratorio y más en un país con graves problemas estructurales, con un solapado conflicto armado y una deuda histórica con más de siete millones de desplazados.

Cada vez que le preguntan al primer mandatario por el tema migratorio, enarbola el argumento del cerco internacional contra la dictadura de Nicolás Maduro y la imperiosa necesidad de atacar la causa de la diáspora de los 4’054.870 venezolanos que han tenido que dejar su país. Un discurso que se mueve entre dos postulados: una postura dura contra el gobierno de Maduro y la solidaridad con los migrantes.

Código del programa:

No obstante, en la víspera de terminar su primer año de mandato las palabras del presidente Duque se están quedando en el discurso. Respecto a la salida de la dictadura de Maduro por medio del cerco diplomático la estrategia se concentró en el cómo y se quedó sin un para qué. Colombia es el gran ausente de las negociaciones adelantadas por Noruega y el Grupo de Contacto, como principal afectado por el deterioro de Venezuela: con la mayor cantidad de población migrante y una vecindad de compleja interdependencia, tendría que estar en la mesa para coordinar, por ejemplo, la participación política en una eventual salida electoral de la crisis. Pero la postura dura del Gobierno colombiano lo ha autoexcluido.

Mientras que Angela Merkel se ha convertido en un ejemplo europeo de liderazgo en el abordaje del tema migratorio, construyendo una política equilibrada con el apoyo de su partido, la Unión Demócrata Cristiana, y asumiendo con entereza los costos políticos, el presidente Duque parece que se orienta más por el “estado de opinión” del Centro Democrático y está perdiendo la oportunidad de construir un verdadero liderazgo regional en el manejo del tema migratorio. Ya hay algunas voces dentro del partido del expresidente Uribe que tienen expresiones en contra de la migración y que valoran posturas delirantes para resolver la crisis venezolana.

El reto que significa el tema migratorio no es menor. No es fácil reconocer públicamente que no existen infinitos recursos de la comunidad internacional para la asistencia del fenómeno y que los modestos apoyos que reciba Colombia serán devorados por la crisis humanitaria. La cercanía cultural, una de nuestras mayores fortalezas en el proceso de integración de la migración venezolana, también es una de las causas para que los recursos internacionales para las migraciones sean destinados a otras latitudes con mayores dificultades en la materia, incluso la misma Europa o Estados Unidos. El país quizá tenga que pedir prestado para financiar la integración.

El Gobierno debe asumir un liderazgo interno e internacional en la materia, el presidente Duque puede asumir una postura como la de Merkel y apropiarse de la conducción de uno de los retos más grandes que tiene el país, por encima del costo político.

Sin embargo, no ha sido así. Desde el 1° de octubre del año pasado se anunciaron proyectos de ley migratoria y de fronteras, como parte del marco legal para hacerle frente al reto. Si bien una ley no es la solución al problema, sí establece los marcos mínimos para que las autoridades, sobre todo locales, puedan abordar el fenómeno.

Igualmente, la ley puede ayudar a coordinar las acciones de la sociedad civil para el manejo del tema migratorio, pues hasta el momento son las ONG y las organizaciones religiosas, sobre todo la Iglesia católica, las que han administrado y atendido la parte más dramática de la crisis. Pero se requiere organizar ese gran esfuerzo y preparar a las comunidades receptoras y a los migrantes para el proceso
de integración.

Los debates en el Congreso serán fundamentales para conocer lo que piensan los colombianos sobre el tema, identificar las tensiones y líneas rojas que lleven los representantes de la sociedad al foro político, donde se discuta si estamos dispuestos a tratar a los venezolanos como quisiéramos que trataran a nuestra propia diáspora. No podemos olvidar que entre cinco y ocho millones de nuestros
hermanos, amigos e hijos son migrantes en otros países, como hoy lo son los venezolanos en el nuestro. ¿El Gobierno estará dispuesto a decir cuál es la dirección o guardará silencio, como lo hizo el pasado 20 de julio? La ausencia de una política migratoria es ya una respuesta.

En este contexto y antes de que inicie el debate en el Congreso se requiere educación para la migración. Es por ello que el Observatorio de Venezuela de la Facultad de Ciencia Política, el Gobierno y la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer y medios de comunicación aliados como El Espectador, ponemos en consideración de la sociedad colombiana artículos que nos ayuden a entender el tema.

Vocero e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario
@ronalfrodriguez

Recuperado 25 Julio 2019. Disponible en:
https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/la-migracion-venezolana-mas-alla-del-cerco-diplomatico-articulo-872392

EL LABERINTO MENTAL DE LA MIGRACIÓN VENEZOLANA

EL LABERINTO MENTAL DE LA MIGRACIÓN VENEZOLANA
Migrantes venezolanos: vivir a la deriva y con miedo al futuro
El Mundo
30 Jun 2019 - 9:00 PM
Nicolás Marín Navas

Tener que dejar el país de origen, obligado por la violencia, la necesidad o el miedo tiene graves efectos en la estabilidad emocional.

Los jóvenes venezolanos que llegan a Colombia buscan cómo superar el desarraigo y la tristeza. Así es el duelo en un país que muchas veces es hostil.

Los jóvenes migrantes viven una situación mental particular, con peligros potenciales pero también con oportunidades de superar un proceso tan duro como este.

Alexander José Sánchez, un caminante venezolano de 21 años, quisiera tener superpoderes para poder ir hasta Venezuela y traer a Bogotá a su mamá, sus siete hermanos y a su hija, de dos años. No le hace tanta falta su país, en el que trabajaba en una recicladora de vidrios en el estado de Aragua, sino su mundo y sus vínculos.

Emprendió rumbo hacia Colombia tratando de conseguir algo de comida y de dinero para enviar a su casa y, pese a no querer renunciar, la soledad cada día lo consume más.

Un sentimiento similar siente Sebastián Colantoni, de 18 años, quien, si bien salió desde Caracas a principios de 2018 en unas condiciones económicas mucho mejores a las de Sánchez, pues nunca padeció hambre ni rechazo, sintió que dejaba atrás algo muy importante. “Yo sí me quería ir pero me quería traer a todo el mundo conmigo.

Es un sentimiento raro, porque yo no extraño necesariamente vivir en Venezuela, pero extraño ese clima, mis amigos, los lugares a los que íbamos”, asegura.

Según el Ministerio de Relaciones Exteriores colombiano, dentro de la cifra total de venezolanos en Colombia, que ya llega a 1’200.000 personas, 378.000 tienen entre 18 y 19 años de edad. Las personas entre 30 y 39 años ya son más de 230.000. Esto hace que, por estar en la adolescencia o en la adultez joven, vivan una situación mental muy particular, con peligros potenciales pero también con oportunidades de superar un proceso tan duro como lo es una migración obligada.

Y es que la condición psíquica de una persona que ronda esta edad es inestable, pues están estructurando su forma de apegarse y de formar vínculos.

La psiquiatra y fellow de psiquiatría infantil y adolescente, María Angélica Botero, advierte uno de los primeros riesgos: “Si ellos empiezan a presentar síntomas depresivos puede que empiecen a identificar que son personas depresivas y se sientan muy vulnerables e incapaces de defenderse a sí mismos”.

Según un estudio realizado en Alemania por el médico Hans Dietrich y sus colaboradores, el 59% de una  logra saber que tiene ciertas capacidades que antes no intuía. Es decir, tiene también una parte positiva al poner a prueba los propios recursos para enfrentar situaciones difíciles”, señaló.

Dolor por los que dejaron atrás

Dentro de la cifra total de venezolanos en Colombia, que ya llega a 1’300.000 personas, 378.000 tienen entre 18 y 19 años de edad. 

Mientras John Jairo Montilla, un caminante venezolano de 26 años que llegó hace un mes a Colombia, se come un buñuelo en la terminal de transporte del barrio El Salitre, en Bogotá, dice que le duele hacerlo. No por algo físico, sino porque sabe que su hijo está en Venezuela pasando hambre. “Cada vez que hablo con él me parte el corazón pero lo tranquilizo y le digo que le voy a mandar cualquier cosa para Venezuela. A veces me pongo a llorar pensando en mis seres queridos, demasiado
tremendo no poder hacer nada”, señala.

Según Botero, esto tiene una explicación médica y es que en este tipo de crisis, como casi todas, este sentimiento se presenta cuando se pierde el control. Es decir, cuando tenemos una rutina en unas condiciones de vida estables, estamos seguros de saber lo que estamos haciendo. Sin embargo, en este tipo de cambios las personas pierden esa sensación y por eso duele no poder hacer nada por conseguir comida o defender a su familia. “se pierde la idea que uno tenía de la justicia y del bien, eso es entre
otras cosas lo que genera el trauma psíquico”.

En el caso de Colantoni posiblemente no existe esta situación. Sin embargo, sí hay miedos iniciales al momento de llegar relacionados con la necesidad humana de encajar socialmente en un nuevo entorno. “Al principio, cuando entré al colegio o iba a centros comerciales, me daba pena hablar por mi acento y hablaba en italiano.

Ya eso se me quitó. Ahora estoy adueñado de lo que soy y no me da cosa hablar”, señala.

Hoy en día la salud mental de los jóvenes preocupa a la comunidad internacional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que, según estudios recientes “los problemas de salud mental, en particular la depresión, constituyen la principal causa de morbilidad en los jóvenes”. Además, la organización aseguró en septiembre del año pasado que a nivel mundial, entre el 10% y el 20% de
adolescentes padecen este tipo de problemas.

Todo esto se podría potenciar con un proceso de migración forzada. En Nauru, una isla en el Océano Pacífico en donde miles de migrantes que quieren llegar a Australia son confinados, de 208 personas que Médicos Sin Fronteras atendió, 63 habían intentado suicidarse, 124 tuvieron pensamientos suicidas y 34 se habían autolesionado. En octubre de 2018 el gobierno australiano se vio obligado a evacuar a 11 niños por problemas médicos y, en ese momento, todavía quedaban 52 menores en la isla que estaban en riesgo, según el medio local ABC.

Santamaría explica que la fragilidad en la adolescencia y en la adultez temprana está en que hay más en juego y se busca la validación grupal.: “Incluso si un venezolano en buenas condiciones que llega a Bogotá porque le tocó, puede ser que no quiera hacer exposición de cierto tipo de cosas y las cambie para tener validez. O que lo haga con cierta vergüenza”.

Según el experto, todos los choques de aislamiento o cambios abruptos terminan repercutiendo no solo en lo mental sino también en lo físico. “Hay algunos estudios que muestran que personas que han sido migradas tienen mayor riesgo de mortalidad y mayor riesgo de contraer enfermedades crónicas”.

Xenofobia: ¿Hay solución?

Los episodios xenófobos se hacen cada vez más frecuentes cuando la población que acoge siente les van a quitar recursos básicos o puestos de trabajo. 
El rechazo y la discriminación son posiblemente de los peores escenarios con los que se puede encontrar un migrante. “La xenofobia le quita a uno el ánimo de seguir adelante. Hay mucha gente que lo ayuda a uno y ahí uno siente fuerza pero hay otros que lo rechazan”, aseguró a este diario Alexander Sánchez.

Una de las causas más importantes del fenómeno, según Santamaría, es la deshumanización hacia los venezolanos. “Cuando uno les pone a los colombianos una imagen de la escala evolutiva, desde el mono hasta el hombre y se les dice que digan dónde están los venezolanos, los ponen un punto antes, donde están los neandertales, una sorpresa. Puede ser un chiste, una forma de protestar, pero eso se asocia con poca empatía con el otro.”, señaló el experto.

Y es que los gestos de xenofobia se han presentado en distintas partes de la región contra los migrantes. En agosto del año pasado, en la ciudad de Pacaraima, del estado de Roraima, fronteriza entre Venezuela y Brasil, un grupo de 1.200 venezolanos tuvo que abandonar el campamento en el que se refugiaban en el vecino país debido a los fuertes ataques que recibieron por parte de los habitantes de la ciudad.

Por esa misma época cientos de costarricenses se manifestaron en el parque La Merced de San José en contra del ingreso de nicaragüenses que pedían refugio en el vecino país, huyendo de la violenta represión que ejercía el actual gobierno del mandatario Daniel Ortega.

Sin embargo, este tipo de comportamientos no son exclusivos Latinoamérica. Un informe realizado por Melanie Straiton, del Instituto Noruego de Salud Mental, y otros colaboradores, reveló que un 36% de una muestra de jóvenes migrantes entre 16 y 24 años que llegaron a Noruega aseguró haber sentido discriminación. La cifra está muy por debajo del caso de la muestra de adultos consultados entre 45 y 66 años, de los que el 19.6% señalaron haber sentido xenofobia.

¿Hay solución? Para Botero es importante “intentar hacerlos sentir bienvenidos, refortalecer la confianza básica, la bondad y la justicia. Entre más puedan sentirse útiles, mejor”. Además, el psiquiatra señala: “La mente humana funciona evolutivamente, ayudamos a las personas con las que tenemos más cercanía genética. ¿Si Venezuela no es cercana entonces qué lo es?”.

*Este artículo se realizó gracias a la beca Rosalynn Carter para Periodismo en Salud
Mental 2018

Recuperado el 25 Julio 2019. Disponible en:
https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/migrantes-venezolanos-vivir-la-deriva-y-conmiedo-al-futuro-articulo-868359